¿Qué entienden sobre poesía los poetas de Huacho?


Un requisito indispensable de un narrador es que sepa escribir. Y se debe entender que escribir correctamente es manejar capacidades lingüísticas, técnicas narrativas, una disciplina de escritura constante y la capacidad de ser un observador minucioso de su contexto. El poeta, a diferencia del narrador, puede compartir las mismas capacidades pero se diferencia de él por su sensibilidad desmedida por la palabra. Un buen poeta es aquel que puede presentir el ritmo y lo figurativo que pueden llegar a tener una sola palabra. El género lírico puede parecer muy fácil de cultivar porque es escueto y es el más sensible. El ser humano por naturaleza es expresivo y por ello sensible. Por ello, el hombre es sensible para comunicar pero no un poeta que comunica  (He ahí el dilema). Para ser poeta se necesita la sensibilidad de redescubrir lo que era común, enrarecerlo y escribir de tal manera que el lector entienda que en su palabra vive un universo paralelo. Por ello, el poeta debe pesar muy bien sus palabras antes de escribir. Se debe demorar más en tallar cada frase, encajar cada palabra y recrear un ritmo tan natural que no sea percibido por el lector que la escritura fluida que puede tener una narrador. Los poetas de mi ciudad no han descubierto lo sensitivo que puede tener cada palabra. Le dan más valor al mensaje moralista o la estampa costumbrista que la poesía en sí. Es así que el canon de lo que se debe entender por poesía pasa por esos valores críticos que se han mantenidos por más de cincuenta años y han entorpecidos otras manifestaciones de lo que puede llegar a ser la poesía. Es lamentable saber que todavía se entienda que el valor de la poesía se encuentra en la sonoridad del orador al momento que lo declama o, en el peor de los casos, si retrata o no un hecho histórico ocurrido en la ciudad. Si alguien escapa a esta fórmula retrograda es olvidado, desatendido o simplemente no comprendido por la complejidad de sus ideas. He ahí la trama que ha caído por decenios la poca literatura que se hace en la ciudad: se bebe del pozo contaminado luego que se ha vomitado. Esta conclusión apocalíptica que ha caído nuestra literatura es lamentablemente incurable. Los jóvenes escritores siguen bebiendo de sus aguas porque han entendido que es la única manera que sean parte del pozo No les importa que sus aguas sean altamente tóxica. Lo importante es estar ahí frente al pozo y celebrarse, uno a otro, que son parte del pozo porque lo que buscan la esperanza de beber otras aguas serán condenados al peor de los castigos: el olvido.

La literatura no posee fórmulas pero si una intensa disciplina que pocos logran sobrellevar. Un ser humano no es poeta porque redescubrió su sensibilidad. El verdadero poeta posee esa capacidad mística y mítica que envolvía a los poetas griegos o a los medievales. Su comunicación con el mundo de arriba sin perder de vista el mundo de abajo. Poeta no es aquel que se para frente a nosotros para expresar sus pesares ni sus emociones. Ni mucho menos aquel que se regodea al escuchar los aplausos de un público incauto. La satisfacción de un verdadero poeta se encuentra en su escritura que tiene más relación con el silencio que aparecer mencionado en el libro sobre la literatura que se produce en una ciudad que no lee, por ello, poco le importa su pasado ni un futuro providente.   

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