El lenguaje: la trampa histórica de la izquierda retrógrada



Ludwig Wittgenstein pensaba que el conocimiento humano era una trampa del lenguaje. Slavoj Žižek, tomando las ideas de Wittgenstein, asume el tema y lo desarrolla en su teoría sobre la ideología planteándola como un proceso de producción de prácticas y sentido cuya función es la producción y legitimación de relaciones de poder. Este análisis ideológico nos remitirá siempre a lo extra-discursivo que son mediatizadas por el lenguaje. Žižek ha tomado de la tradición (Marx, Nietzsche y Freud) para plantear que la ideología apunta hacia los fundamentos ocultos de los discursos y de la pretendida racionalidad en la que ellos se basan, los cuales no enmascaran una realidad fundante, sino una posición del sujeto enunciante que oculta los condicionamientos materiales de su enunciación. La izquierda, en los últimos decenios, ha caído en esta trampa mortal producto de su obstinado retorno a su base ideológica que desconocen las nuevas redes de poder que se han construido producto de la globalización. Han negado un discurso histórico para proponer un discurso simbólico que más tiene de mesiánico que un discurso que se ajuste a los cambios imperantes. Esa negativa de no proporcionar un diagnostico fresco e inteligente de cómo ver la realidad, mediante sus bases ideológicas, ajustándose a estas nuevas redes de poder, para proporcionarnos caminos más justo e igualitarios ha llevado a la izquierda a mantener e informar un discurso retrogrado que, en vez de superarse, lo han retrocedido en su visión a nuevos proyectos políticos. Un claro ejemplo es la lectura simbólica que se tiene sobre los textos de Mariátegui, su conceptualización sobre política o su típico mecanismo de su accionar (lo teórico a lo práctico) y su nulo trabajo de repensar sus bases ideológicas mediante nuevos pensadores que están extinguidos en su partido político. Los nuevos pensadores de la nueva izquierda en Europa han empezado un nuevo camino para ajustarse a los nuevos cambios históricos y a las nuevas redes de poder que han cambiado la mirada de ver los sucesos de la realidad. Un conjunto de pensadores, primero, le han dado la espalda al marxismo para buscar nuevas interpretaciones y otro, partiendo de la tradición, han proporcionado una nueva posibilidad de leer a Marx en nuestro tiempo. La posibilidad de que un sujeto entienda que un discurso en sí no tiene nada que ver con el texto sino del lugar de donde lo dice el enunciante y que este tiene una lectura individual de lo que se entiende y no una general es una de las trampas que se debe tener en cuenta, como precepto, cada intelectual al momento que se involucra con el universo del pensamiento humano pero parece que los pensadores, casi extintos o repetidores desfasados de la izquierda, no comprenden. Un enunciador no puede generalizar su interpretación de un texto ideológico solo nos puede brindar una perspectiva innovadora e creativa que se ha hecho del texto. Una interpretación democrática nos ayuda a construir redes de discusión sobre lo que entendemos de un discurso imperante o subalterno pero esta interpretación tiene su propio nicho que es el mundo del pensamiento o de las ideas y no el mundo de la realidad que tiene poco de lo ideológico y tiene más de gobernabilidad y medios de poder. El lenguaje siempre será una imposibilidad de producir nuestros pensamientos por medio del lenguaje oral o la escritura. El lenguaje siempre será ese callejón sin salida que cada generación de pensadores se ve atrapado pero está en las nuevas generaciones en brindar nuevas rutas para poder transitar y explica nuestra condición humana.



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