La estética de la memoria urbana en blanco y negro: Fotografías como espacio de resistencia y subversión

 


La fotografía en blanco y negro, como medio artístico y documental, ha sido durante más de un siglo una herramienta fundamental para la construcción de la memoria colectiva, especialmente en contextos urbanos. El poder de la fotografía radica en su capacidad para capturar momentos fugaces que trascienden lo meramente visual y se convierten en narrativas cargadas de significados políticos, sociales y filosóficos. Cuando analizamos la fotografía urbana en blanco y negro a través de las teorías de autores como Vilém Flusser, Walter Benjamin y Susan Sontag, podemos identificar la función de esta forma de arte como un espacio de resistencia y subversión frente a las narrativas dominantes del poder.

A lo largo de este ensayo, se abordarán las implicaciones políticas, éticas y filosóficas de la fotografía en blanco y negro —a la que me siento inclinado y quiero reflexionar teóricamente— como medio para develar lo oculto en el espacio urbano, entendiendo la fotografía como un dispositivo que no solo refleja la realidad, sino que la construye, la subvierte y la resiste. La estética de la memoria urbana, por tanto, no solo se define por la captura de lo visible, sino por la construcción crítica de lo que se considera “invisible” o silenciado por los discursos hegemónicos del poder.

El filósofo Vilém Flusser, en su obra Filosofía de la fotografía (2000), define la fotografía como una tecnología que, más allá de ser un mero acto de reproducción, es una forma de mediación entre el sujeto y el objeto, entre el ser humano y el mundo. Para Flusser, la cámara fotográfica no es un dispositivo neutral; por el contrario, es una extensión de la percepción humana que organiza la realidad según ciertos parámetros preestablecidos por la tecnología. El aparato fotográfico, en este sentido, determina qué es visible y qué no lo es, pero también tiene el poder de subvertir esas limitaciones al capturar lo que no se espera o lo que la sociedad preferiría ocultar.

En este contexto, la fotografía en blanco y negro, al eliminar el color –que se asocia habitualmente con la realidad cotidiana y la naturalidad–, introduce una perspectiva de abstracción que permite al espectador interpretar el espacio urbano desde una óptica diferente. El contraste entre la luz y la sombra, tan presente en la fotografía en blanco y negro, no solo resalta los contornos de los edificios y las calles, sino que enfatiza las tensiones sociales y políticas subyacentes en esos mismos espacios. Esta forma de fotografía, entonces, se convierte en un dispositivo de resistencia: al subrayar lo oculto, lo marginal, lo marginalizado, desafía las narrativas oficiales que presentan la ciudad como un espacio homogéneo y controlado. Como afirma Flusser: “La fotografía no es solo una reproducción del mundo, sino una interpretación del mismo” (Flusser, 2000, p. 45).

Por otro lado, la propuesta de Walter Benjamin sobre la fotografía, particularmente en su ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936), ofrece una perspectiva crítica sobre la relación entre la imagen y la política. Benjamin argumenta que, en la era moderna, la reproducción técnica de las obras de arte –incluida la fotografía– despoja a estas de su “aura” original, pero al mismo tiempo les otorga un poder revolucionario: “La técnica de la reproducción permite que la obra de arte se convierta en un objeto accesible para todos, transformando su función en un medio para la crítica” (Benjamin, 1936, p. 42).

En este sentido, la fotografía en blanco y negro se convierte en una herramienta poderosa para revelar lo que está oculto en el espacio urbano: la pobreza, la marginalización, las tensiones sociales y políticas que a menudo permanecen fuera del radar de las representaciones oficiales de la ciudad. Las fotografías en blanco y negro, al capturar la ciudad en su forma más cruda, nos permiten acceder a una memoria oculta, una memoria que no es reconocida por los discursos dominantes sobre el espacio urbano. La ciudad, entonces, se convierte en un palimpsesto visual, en el que las huellas de la historia y el poder quedan impresas en las calles, los edificios y las personas. En este contexto, la fotografía en blanco y negro, considero, ofrece un espacio de resistencia frente a la homogeneización de la ciudad moderna, al revelar las contradicciones y las fracturas de su estructura social.

La fotógrafa y crítica Susan Sontag, en su obra Sobre la fotografía (1977), ofrece una visión profundamente crítica del papel de la fotografía en la sociedad contemporánea. Sontag sostiene que la fotografía, aunque a menudo se presenta como un acto de documentación neutral, está intrínsecamente vinculada a cuestiones de poder y control. La imagen fotográfica, según Sontag, no es solo un reflejo de la realidad, sino un “acto de apropiación” que define lo que se ve y lo que no se ve. En el caso de la fotografía en blanco y negro del espacio urbano, esta apropiación no solo implica la captura de un momento, sino la construcción de un discurso político sobre el control del espacio público.

Sontag también señala que la fotografía tiene el poder de convertir el sufrimiento y la marginalidad en un espectáculo, y de esta forma, puede ser tanto un medio de resistencia como de subyugación. En su análisis sobre las imágenes de guerra y sufrimiento, Sontag argumenta que la fotografía no solo es un medio para mostrar lo que el poder intenta ocultar, sino también una herramienta que permite a los individuos tomar conciencia de su propia posición frente a los eventos: “Las imágenes pueden ser una forma de subversión” (Sontag, 1977, p. 72).

Por lo tanto, la fotografía en blanco y negro, seguiré insistiendo, al capturar lo que generalmente se encuentra al margen del espacio urbano –las tensiones, las luchas y las resistencias invisibles–, puede ser vista como un acto subversivo en sí misma. La resistencia no solo radica en lo que se muestra, sino en la manera en que se muestra, en la forma en que se construyen nuevas narrativas visuales que desafían el orden establecido.

Quiero subrayar, por otro lado, que la ciudad, en su configuración urbana, es tanto un espacio de poder como de resistencia. El espacio público es controlado y organizado por el poder político, pero también es un lugar donde surgen prácticas subversivas. La fotografía urbana en blanco y negro se presenta como un campo de batalla simbólico: por un lado, está al servicio de la ideología del poder; por otro, actúa como un medio de resistencia frente a esa misma ideología. Al igual que la ciudad, la fotografía en blanco y negro captura tanto el control como la subversión, la visibilidad como la invisibilidad, la luz como la sombra.

La crítica de Benjamin sobre el “aura” y la reproductibilidad de la fotografía se convierte en un marco adecuado para entender cómo las imágenes urbanas, al ser reproducidas en masa, tienen el potencial de democratizar la historia. Sin embargo, esta misma reproductibilidad puede ser utilizada por los poderes dominantes para perpetuar una visión oficial de la ciudad. De este modo, las imágenes urbanas en blanco y negro, al ser producidas por agentes fuera del control oficial, se convierten en una forma de resistencia política y cultural. Son fotografías que, como señala Sontag, no solo documentan, sino que también desafían las convenciones sociales y políticas.

Quiero concluir que mi predilección por la fotografía en blanco y negro, en su capacidad para capturar lo instantáneo y lo oculto, es poque se convierte en un poderoso medio de resistencia y subversión en el contexto urbano que representa mi lectura de la realidad. Por ello, a través de la obra de Flusser, Benjamin y Sontag, podemos entender cómo la fotografía no es solo un reflejo de la realidad, sino una herramienta para cuestionar y desafiar las estructuras de poder. Allí reside la idea que la ciudad, como espacio de resistencia, se revela a través de estas imágenes como un lugar de contradicciones, luchas y memorias ocultas, que son visibles solo a través del lente de una fotografía que no se limita a reproducir, sino que subierte, resiste y revela.

 

 

 

Referencias

Benjamin, W. (1936). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. En Iluminaciones (pp. 31-71). Ediciones Siglo XXI.

Flusser, V. (2000). Filosofía de la fotografía. Ediciones Gustavo Gili.

Sontag, S. (1977). Sobre la fotografía. Editorial Taurus.

 

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