On the road


Sabía que no habían leído la mítica novela norteamericana de Jack Kerouac On the road basada en los viajes que hicieron Kerouac y sus amigos, por los Estados Unidos y México, entre 1947 y 1950, por la mítica ruta 66. Fernando, Pepe, Edwar, Ernesto y yo no éramos Jack Kerouac, Neal Cassady, Allen Ginsberg, Ed White ni William S. Burroughs. Tampoco teníamos la maletera repleta de LSD coca y marihuana, y whiskeys Jack Daniel’s. Nosotros no poseíamos la insolencia de burlar lo establecido ni poseíamos la intensión de entender nuestra identidad de seres descentrados en una sociedad capitalista. Nosotros éramos cinco muchachos que todavía teníamos dieciséis años y jugábamos a ser héroes de nuestras propias vidas. No necesitaríamos alucinógenos para sentirnos invencibles ni levantar los brazos en protestas callejeras para hacer sentir nuestra voz. Nosotros simplemente buscábamos ser felices y recordar aquella alegría que se nos hacía cada día ajena y lejana.
Los cinco habíamos compartido la desgracia de haber estudiado en un colegio que poco le importó nuestra educación pero indirectamente nos ubicó simétricamente en el mapa para compartir la ilusión de contemplar el atardecer, cantar a viva voz y entender que este universo que nos rodea pudiera tener sentido. Pepe se había acostumbrado a beber antes de entrar a la sala de cirugía, Ernesto a dedicar su vida al cuidado de los animales, Edwar a amar intensamente a las adolescentes que pasaban por su centro laboral, Fernando a buscar el amor en cada mujer que le era esquiva y yo a escribir crónicas para poder entenderme y así seguir viviendo. Los cinco nunca fuimos amigos en el colegio, como si lo fueron los personajes de la novela, pero ahora, que nos veíamos los rostros y nos reímos de cada ocurrencia de Edwar o las confesiones nocturna de Fernando, sentíamos en nuestros corazones que nuestras vidas habían coincidido en la misma casa austral porque nos bastaba pisar la arena caliente, contemplar el mar y ser gobernado por el sol para sentirnos inmensamente libres.
Jack Kerouac partió de New York y cruzó todos los Estados Unidos en 1947. Nosotros partimos un 27 de diciembre de 2015 de la ciudad de Huacho hasta la playa Tortuga, a una hora de Chimbote. En nuestras escalas no nos sumergimos en los peores bares para negros como hicieron Jack y sus amigos en los finales de los cuarenta. Nosotros nos bastó saltar de esa pequeña peña que sobresalía de un filón de rocas para sentirnos malditos mientras Fernando tímidamente nos observaba del otro extremo y Ernesto nos grababa por el temor que olvidemos esos pequeños momentos que daban armonía a nuestras míseras vidas. Es así que descubrimos el sabor del mar, la eternidad de sentirnos adolescentes y vivir aquello que no pudimos descubrir hace quince años: nuestra amistad.  

Comentarios