Mourinho y la industria capitalista

La industria del fútbol actual se puede sintetizar en dos características: el amor al cuerpo y la devoción por el éxito. José Mourinho ha construido el imaginario de un sujeto que siempre pondrá a su club en los titulares en la prensa mundial por su planteamiento estratégico y minucioso en partidos importantes, sus declaraciones contra los entrenadores rivales (cuando estuvo en el Real Madrid siempre fue incisivo con Pep Guardiola) y desarrollar esa atmósfera, en los jugadores, que los árbitros y los comités deportivos que administran los campeonatos están contra ellos.
Mourinho, según las estadísticas, no es un entrenador que desarrolle políticas de canteras, de planteamiento innovadores de juego ni, muchos menos, reflotar equipos que están en mala racha como Jürgen Klopp. Mourinho es un entrenador que comparte las características del capitalismo económico más despiadado: utilitarista, efímero, rentable y especializado. Debe ser que por ello fue elegido, inteligentemente, por los dos grandes equipos de mercadotécnica del planeta: Real Madrid y Chelsea. El único gran mérito en su carrera, si analizamos detalladamente, es haber sacado campeón al humilde Porto en el 2004.
Recuerdo una declaración que leí del portugués, que está presente en mi memoria y retrata toda su personalidad: “Si usted tiene un Ferrari y yo tengo un auto pequeño, para vencerlo en una carrera yo tengo que romperle sus ruedas o ponerle azúcar en el tanque de gasolina”. Mourinho no es entrenador es un estratega de lecturas de juegos, de resultados diarios y no de juegos vistosos, de éxitos inmediatos que hoy le dan la espalda y lo relega a las vitrinas de todos aquellos que sirvieron para crear millones para pocas manos y que creyeron que serían exitosos eternamente.        

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