Necesito leer un libro de Paulo Coello para ser feliz


El médico me ha recomendado que tome cuatro pastillas diarias para aliviar la inflación estomacal producida por el coctel de pastillas para dormir que ingerí la noche anterior. Cada día que pasa presiento que las noches se vuelven cada vez más larga e insoportables aunque busque la manera de huir de ellas mediante la lectura de  fragmentos de libros, viendo películas independientes, escribiendo proyectos de escritura o bebiendo agua en forma descontrolada. Nada me quita los demonios que se apoderan de mí cuando traspaso el umbral de mi puerta y la soledad se faculta de la poca humanidad que sostengo con mi paso.
Es complejo escribir con honestidad pero también narcisista optar por la premisa que una buena escritura parte de su propio ser sin importar a quien involucre dentro de tu historia ficticia porque de una manera extraña el acto de escritura es aceptar lo que somos y lo deshonesto que podemos ser con los demás. Escribir sobre nuestro acto de suicidio, nuestro pensar tenebroso o la manera como maquinamos un universo alterno es pernicioso para el orden de lo que debería ser porque el tiempo efímero se construye y se valida dentro de una felicidad artificial que no somos conscientes. Los seres humanos postmodernos ansiamos aquella seguridad que nos haga feliz y se perennice en un espacio virtual donde lo eterno y lo valorativo se regulan con el registro de personas que te siguen o los likes que recibes por el acto que denota felicidad. Es entonces que escribir sobre la decadencia del hombre, lo pervertido que pueden ser sus sentidos para deformar su realidad o acatar un acto justo buscando igualdad para una comunidad se convierte en nocivo no para las instituciones que regulan estos actos sino para el sujeto en sí que detesta que se le despierte del ensueño de aceptar su propia realidad o desorientar el devenir aceptado. Es en esta coyuntura que se erigen personajes que alimentan esta artificiosidad para otorgar validez a la realidad imaginada: Coello, Miyosaki, Cuauhtémoc, Cornejo o Trump otorgan a este tipo de sujeto postmoderno no el proceso de éxito sino lo inmediato que puede serlo.

Pero la idea primigenia al momento de escribir este texto no era comentar sobre cómo la felicidad postmoderna esta detallada en los libros de Zygmund Baumand y Alain Badiou. Tampoco comentarle sobre cómo se construye la idea del amor en la película Tokio Blues de Tran Anh Hung basada en la novela de Murakami. Ni muchos menos plantear una idea de acto de escritura que resulte aceptable. He querido escribir sobre lo insoportable que es estar vivo mientras la oscuridad se va apoderando de tus entrañas y ya no puedes ocultarlo. Saber que la vida se ha convertido en un acto de valentía porque entiendes que debes estar vivo para ser parte de aquella felicidad que todos hablan pero para ti ya no existe ni en tu imaginario lacaniano.  

Comentarios

  1. El yo al servicio del nos, es menos narcisita, eh Josué.
    Escribir sobre la decadencia se hace noble si a ello proponemos la ascendencia humana, sus ideales, delirios y utopías de una mejor existencia y condición humana...

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