Ernesto y nuestros demonios


Subimos el pequeño montículo de tierra y le enseño a Ernesto el lugar donde me sentaba para observar el mar. También le hablo de Pedro y le señalo el lugar donde había muerto. Le confieso que me duele su ausencia pero no le confieso que busco desesperadamente el momento para poner fin a la corta vida que me es insoportable. Tampoco le digo que las últimas semanas lloro desesperadamente en la madrugada y trato de aliviar mi desesperación viendo la saga completa de aquel personaje creado por los estadounidenses Bob Kane y Bill Finger, y propiedad de DC Comics y que apareció por primera vez en la historia titulada «El caso del sindicato químico» de la revista Detective Comics n.º 27, lanzada por la editorial National Publications en mayo de 1939 o leyendo los libros de Jerome David Salinger hijo de Solomon Salinger, director de J.S. Hoffman & Company, empresa que se dedicaba a la importación de carnes y quesos europeos. No tuve el valor suficiente de confesarle que necesitaba un abrazo y que aquel mar que contemplábamos en silencio me era insoportable cuando pensaba en que el 24 de septiembre de 1991 fue la fecha cuando Nirvana publica su segundo disco, Nevermind, con DGC Records y Kurt Cobain propone a la escena grunge de Seattle, aprovechando la influencia de grupos como los Pixies, la dinámica de canciones ruidosas y calmadas. Tampoco le digo que el 11 de septiembre terroristas suicidas, miembros de la red yihadista Al Qaeda, secuestraron aviones de aerolíneas norteamericanas para ser impactados contra varios objetivos y que causaron la muerte a cerca de 3000 personas y a otras 6000 heridas, así como la destrucción del entorno del World Trade Center en Nueva York y graves daños en el Pentágono, en el Estado de Virginia, siendo el episodio que precedería a la guerra de Afganistán y a la adopción por el Gobierno estadounidense y sus aliados de la política denominada Guerra contra el terrorismo. Yo quería confesarle que el 11 de septiembre de 2005, Sofía y yo, nos sentamos en aquel bar pretencioso, que empezamos a odiar con los años, para besarnos por primera vez y que nunca pensamos que tendríamos un hijo ni mucho menos que nos pararíamos todos los sábados de nuestras efímeras vidas en la calle colón para contemplar cómo los años se nos escabuían por aquellas manos que tocarían nuevos rostros y trataban inútilmente de buscar aquel amor que nunca encontramos en nuestros corazones. ¿Cómo decirle a Ernesto que mi discurso académico no servía para escribir líneas de un náufrago que busca desesperadamente un puerto donde poder descansar? ¿Cómo mentirle al lector y proponerle que aquel escritor de estas líneas no está depresivo y todas las noches no tienes la valentía suficiente para acabar con sus días? ¿Cómo confesarle a mi madre que las pastillas que tomo para dormir no me causa efecto aunque lo mezcle con pisco y una taza de café? ¿Cómo confesarle a mi hermana que no es necesario ir al psiquiatra porque la idea de suicidarme está latente y solo la alargo cuando me enfrento a un sinfín número de libros que leo para tratar de ser feliz por un momento y autoreafirmarme que el valiente es aquel que sabe ponerle un final a su vida? Ernesto no lo sabe, solo compra cervezas Peroni y bebemos mientras en su equipo de su carro pone la banda estadounidense formado por el vocalista Brandon Boyd, guitarrista Mike Einziger y batería Jose Pasillas cuando estudiaban juntos y después expandieron con la inclusión del bajista Alex "Dirk Lance" Katunich,y Gavin "DJ Lyfe" Koppell; ambos reemplazados finalmente por Ben Kenney y DJ Kilmore respectivamente. Sé que él tiene sus propios demonios y recurre intensamente a la soledad para que le alivie como yo recurro intensamente a la escritura para mantenerme vivo. Ernesto se ha parado del asiento del pub donde escuchamos el buen tributo que le hace Pepe Chávez, Lito Valencia y Julio Valle a The Beatles para darle una jarra de cerveza mientras yo he subido al escenario para cantar y decirle a todos que soy feliz y quiero que me quieran como yo lo hago aunque en realidad tengo una granada en mi corazón que busca inútilmente fragmentar la poca humanidad que poseo. Ernesto y yo nos sentamos en la noche y tratamos de recuperar nuestra adolescencia en palabras y sentir que en la vida la búsqueda de la felicidad se encuentra en el cuento que le contó su padre, que ahora soy parte de su tradición, de su secreto familiar, de su engaño, de su presupuesto existencial que el éxito se encuentra en nuestros corazones sí aquel que yo desestimo y lo pongo en riesgo cuando pedaleo los martes y jueves en el gimnasio para demostrar que mi ímpetu y mi disciplina siguen vigente así como las veces que escucho la banda británica de heavy metal y hard rock formada en Hertford que está considerada como una de las pioneras del hard rock y el heavy metal, aunque durante su carrera también ha incorporado elementos del rock progresivo, rock sinfónico, rock psicodélico, blues rock y de la música clásica en mi tornamesa y me fugo, me entroncho en pensar que estos días serán una herida sangrante en mi vida pero no basta para ponerle fin aunque deduzca que el resentimiento y miedo que tiene Ernesto con su padre es tan inmenso como aquella soledad que siento cuando Sofía no me llama para preguntarme cómo estoy y cómo sobrellevo mi vida en una ciudad que no es la mía pero es de todos aquellos migrantes como yo que buscan, todos los días, en su cielo gris la manera inapropiada de ser intensamente feliz. Ernesto lo que escribo no es un capítulo de las cuatro novela que están terminadas ni mucho menos el poemario que tiene como finalidad darle un norte sur oeste este a mi vida que ya no cabe ni en mi bolsillo ni en esos ojos que se ya no pueden llorar ni abrazar la poca humanidad que me aflora en un radio radioactivo para que contamine todo aquello que me sobra para decir en estas pocas líneas donde la sinceridad está de lado y solo fluye la música acompasada de Incubus y todos los recuerdos que trato que no se borren de mi ser para escribirlo y que tú, Ernesto, leas estas líneas y perennice en tu memoria aquello que los seres humanos borramos intensamente para sentir esa felicidad que tanto tú y yo buscamos intensamente.         



Comentarios