Lo teológico como mecanismo de construcción en la idea de persona
El
discurso teológico, asentado en codificaciones de los aparatos jurídicos
formales, ha sido el principal mecanismo de construcción y validación de la
definición de persona y posición sobre la vida. De esta manera, la teología
hegemónica en una sociedad determina la construcción de la producción de
discursos y mandatos morales que debe ser acatado por los individuos y
asimilados al imaginario de la colectividad.
En
las teologías clásicas la vida de las personas no constituye un asunto
biológico, sino un hecho espiritual. El espíritu vive en un cuerpo a causa del
rito del bautizo. El cuerpo sacralizado se convierte en un discurso fundamental
pues se pone en evidencia la existencia del espíritu de Dios porque representa
la encarnación, imagen y semejanza. Lo sustentado constituye el dispositivo
central del control de una política hacedora de la persona así como el control
sobre la idea biológica. Esto está presente cuando se debatía sobre la
determinación si tenía “alma” algunos seres humanos como los esclavos, indios o
bárbaros. De esta discusión se determinó que había tres tipos de seres humanos:
los que estaban cerca a las bestias por tu deformidad (recuérdese la idea
griega de perfección), los protohumanos que tenían irresponsabilidades con
capacidad limitada y sin derechos (los esclavos, indios bárbaros y judíos) y
las personas (todas aquellas que habían sido bautizadas o cumplían un rito
teológico).
La
persona hecha a imagen y semejanza de Dios es la base que toda racionalidad
está atada a la idea de espiritualidad porque ella tiene la gracia de Dios. Y
esta gracia se hace concreta por medio de los sacramentos que están dispuestos
para recrear el escenario ritual de pasar de ser-vivo a ser-persona. Estos
elementos configuran a las personas y la hacen trascender a una revelación
teológicamente sustentada y descrita. Los elementos que configuran estas
categorías subjetivas como la libertad, la moralidad y la espiritualidad se
oponen a categorías concretas como lo biológico.
En
la actualidad este discurso se ha recategorizado y se ha afianzado en el
discurso “el espíritu ha tenido que penetrar a las estructuras biológicas”.
Materia y espíritu formarían una unidad insoluble como lo sustenta Wojtya en
1982 cuando afirma que si bien la espiritualidad de las personas se revela por
acciones, caracterizadas por ser morales, se ha convenido que la unión celular
del espermatozoide con el óvulo generaría una nueva persona. Esta nueva noción
de personalidad (la persona como la unión de lo espiritual y lo biológico) ya
no se adquiere a través de diversos rituales o prácticas sino que el ser humano
ya nace persona. Esta mirada biológica-teológica anula el discurso canónico de
la división ser-viviente y ser-persona que se imponían desde la cristiandad
medieval.
Ante
esta posición discursiva de la iglesia se depararía un conjunto de interrogante
partiendo del plano de la bioética y la biopolítica: ¿Por qué se estableció
este nuevo discurso para establecerse en una unidad teológica y biológica?
¿Cuál es la función de la divinidad en estos mecanismos de otorgamiento de la
idea de vida? ¿Qué decisión tenemos de nuestro cuerpo? ¿Cuándo empieza la vida?
¿Quién domina la vida? ¿Cuándo empieza la libertad de elección? ¿Qué discurso
convendrán de la movilización política de la vida por parte de la iglesia?
Interrogantes que el tiempo influirá en el discurso para acomodar un
razonamiento que buscará imperiosamente dar respuestas a las grandes dudas
humanas.
Comentarios
Publicar un comentario