Crónica de un ebrio



Una de la madrugada. Chacalón junior en la rockola. Un sol por tres canciones. Media docena de cervezas. La calle está infectada de travestis y prostitutas que merodean como animales hambrientos buscando su presa. Joven, todas las prostitutas siempre andan con sus cafichos que mayormente son ladrones o sus maridos. Ellas mismas aceptan que estos hombres las exploten. Miro mi vaso de cerveza e imagino verla sentada a mi lado cogida de mi mano tratando de sacarme de ese hueco. Pero ella no está. Miguel, Lowi y David son mi compañía en esta orquesta de luces y palabras que tratan de desentrañar la historia pérfida de la humanidad. Si estas en una esquina de la Victoria o en Barrios Altos te quitan todo lo que tienes, en cambio, si estas al Callao las cosas cambian: te roban y te matan en cualquier esquina. Las luces ensombrecen mis ojos mientras los borrachos buscan volcar desesperadamente su demencia en cualquier mesa del bar. Los observo como tratando de buscarme en sus cuerpos decrepito, como tratando de ver en sus ojos todo aquello que quiero negar porque sé que llegará el momento que me sentaré en sus mesas, sin dinero, y pediré ser amado por última vez en mi vida. Su hijo era adicto al terocal. ¿Cómo conseguía pagar su vicio? Se iba a ayudar a los ambulantes de la parada. Ellos le daban dinero. Eso le servía para comprar bolsitas. Siempre hacia lo mismo: se ponía una lata de pintura en la cabeza y ahí exhalaba toda la maldad de la ciudad. Estar en un bar y entender que eres parte de aquella ciudad que se despierta en la noche y te repite que no iras a ninguna parte porque la muerte es ya un ensañamiento con tus pasos es aceptar que ya no hay mil forma de morir y tan solo te queda la ausencia que marca tu caminar como si el miedo que se desprende te haga ilusionar que perteneces a una ciudad que añoraste vivir pero ahora odias cada minuto que subes a una combi y cierras tus ojos y te encomiendas a cualquier santo para que proteja de un tipo que ya no quiere vivir y que solo le interesa el dinero que esconde en tus bolsillos y que le servirán para reventarse los pulmones con el humo blanco de la madrugada. Josué, yo solo te conocí una mujer. Después de ella solo conocí muchas que te cogían del brazo y tú tratabas inútilmente en creer que todas ellas tenían su mismo rostro. Tres cervezas más. Tres y media de la madrugada. Fijo la mirada a cualquier punto y percibo el olor de tu cuerpo, sí aquel que brota cuando buscas ser amada por otro cuerpo que ya no tiene el mismo sabor de la noche. Papi, mira lo que tengo para ti por veinte soles. Si quieres vamos al baño y me agarras por detrás. El travesti señala el baño y con la otra mano saca de su escote aquel pecho inflado que trata de ser redondo, agradable y arrecho. Miguel se ríe y le invita uno vaso de cerveza. A que nadie te lo ha chupado como te lo haré. Saca su lengua larga y la enrosca al vaso para luego fingir un gemido y provocar que mi mano vaya a su pierna velluda. A mí me gusta la pinga grande. Estas nalgas aguantas de todo. Ustedes no se pueden imaginar porque no me prueban, especialmente tú el de camisita rayada se te ve interesante porque no me la metes. Se para y me pone la nalga en la cara. Todos nos reímos. Iván Cruz se escucha en la rockola. Todos están misios, me largo. El travesti nos menta la madre y se pierde en la oscuridad de la noche. Trato de escuchar y memorizar todo lo que dice Miguel. No quiero hablar solo recordar todas las veces que mis manos se enredaban con sus cabellos mientras trataba de introducirle con más violencia como si todo golpe pélvico se convirtiera en un lenguaje que le diga que no me olvide y me recuerde en cada hombre que la desnude. Es mejor que amanezca para irnos y buscar un bar en la avenida Tacna. Buscamos nuestros bolsillos y el sol se estremece por la ventana. La cerveza brilla en la oscuridad casi extinguida. El mozo ya no quiere vender más cervezas. Solo estamos los cuatro iluminando las mesas que brotan de la noche como animales infectos en alcohol. No sé cuándo nos volveremos a ver. Es mejor irnos así que cojan sus libros y llenen sus pulmones de aire antes que salgan a la calle. La avenida mantiene su inocencia. El sol se escabulle entre las nubes. Cantan los no ebrios. Un mendigo tiene una radio vieja entre los brazos. Son las 5 de la mañana hora satelital en RPP noticias.

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