El mal lector
Una
defensa cotidiana del artista para validar e imponer su arte es la
descalificación contextual de su formación o el universo de ideas que
constituyen la obra. Este patrón de moral artística produce cúpulas,
fragmentaciones, corrientes de posiciones ideológicas complejas en el ámbito de
un sector cultural determinado.
Uno
de los argumentos que más se utiliza es que su arte sea direccionado a las
grandes masas. Por ello, el producto artístico tiene la característica de ser cómico,
acrítico, de un argumento simplista y que tenga la dirección de reflejar los
miedos o deseos mayoritarios de una población empobrecida de diferenciar lo que
le enriquece como seres humanos.
Este
tema es un dilema que se ha presentado en los últimos decenios porque se
adolece de un público que consuma cultura de “alta calidad”. Se analiza los factores del arte y el artista
pero no se hace participar al receptor, al consumidor de cultura. La teoría de
la recepción propuesta por Hans Robert Jauss y Wolfgang Iser nos ayudaría a
analizar por qué algunos artistas han tomado un cauce “consumista” y han dejado
“el arte por el arte”.
Los
autores mencionados proponen que los receptores culturales poseen un “horizonte
de expectativas” al momento de enfrentarse al producto cultural. Ante esto, la
teoría de la recepción propone que la interpretación de las obras debería,
entonces, enfocarse no en la experiencia de un lector individual, sino en la
historia de la recepción de una obra, y en su relación con las normas
cambiantes de la estética y los conjuntos de expectativas que permiten su
lectura en diferentes épocas. La propuesta mencionada de Jaus e Iser nos
iluminaria en preguntarnos si poseemos un canon cultural en constante cambio de
renovación o estamos estancados en una mirada pasadista, ¿cómo reaccionarían
los sujetos de poder que estandarizan la cultura con los renovadores?, ¿cómo
reaccionaría el público ante un producto cultural innovador? o ¿cuál es la tradición
cultural de la población en torno a la cultura? Estás preguntan nos abrirían una
inmensa posibilidad para reflexionar desde la otra orilla. Una orilla poco
transitada de una población que está cada vez más pauperizada en torno a su
canon cultural.
Otra
alternativa de la misma corriente, pero
más individual, nos propone la “teoría de la respuesta del lector”, que utiliza
diferentes técnicas para acercarse al lector, como el uso de la psicología, la
semiótica de Michael Riffaterre y la hermenéutica de Stanley Fish. Estos
teóricos definen la obra como aquello que se presenta en la conciencia del lector
no es objetiva ni existe independientemente de cualquier experiencia del
lector. La crítica puede, entonces, volverse una descripción del movimiento
progresivo del lector a través de un texto, analizando cómo los lectores
producen significado al hacer conexiones, llenar espacios en blanco, anticipar
y conjeturar los eventos del texto, así como ver sus expectativas confirmarse o
negarse después. Las preguntas acerca de la propuesta nos hacen replantear si
los consumidores culturales están capacitados para montajes de una exigencia estilística
y contextual compleja pero también interrogarnos en cómo hacer que estos
sujetos de cultural “eduquen” su preferencia y agudicen sus sentidos. Esto
último sería la prioridad de los artistas en estos tiempos postmodernos: crear
mecanismos estimulantes y educativos que desarrollen en el receptor nuevas competencias
para estos nuevos tiempos vertiginosos donde la tecnología, lo inmediato y lo efímero
se han apropiado de la moral artística.
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