Leer o morir: he ahí el dilema
Leo para escribir. Escribo para que me lean.
Esa es la consigna que he escuchado desde que empecé a escribir. Para mí leer
es la única manera de darle forma a mi experiencia y convertirla en un texto
ficcional. Es entonces que mi devenir vivencial se vuelve en la principal
fuente de lo que escribo. Por ello, me he vuelto observador, paciente y
minucioso. Ahora si bien no manejo ningún diario o agenda personal, trato de
anotar en un pequeño cuaderno mis impresiones sobre mis viajes, mis lecturas y
los bosquejos de historias que me servirán para escribir mis relatos o mis
crónicas. Los apuntes iniciales me servirán para empezar escribir en mi
ordenador. Ahí escribo, corrijo y releo mis textos creativos. El acto de
escribir y rescribir me ha enseñado la condición del buen escritor: el quien ha
aprendido a escribir correctamente. Escribir correctamente me refiero a
escribir respetando las normas. Un estilo desenfadado no justifica no respetar
ciertos parámetros de escritura. Escribir no es más que dominar el idioma
perfectamente. Aprender a cautivar al público, elegir la temática a tratar o
pensar cuál es el mejor canal para que el lector te lea es, en realidad, en sí
el oficio del escritor. Mis palabras pueden parecer sencillas pero hace falta
honestidad, disciplina y paciencia para lograrlo. Muchos jóvenes han fracaso en
su proyecto de ser escritores por el simple hecho de no poseer estas
cualidades. No sé si yo tengas esas cualidades pero las tengo claras al momento
de escribir. Yo pienso las veinticuatro horas del día en escribir algo
diferente que me represente y me construya como un individuo que trata de
leerse a sí mismo como un sujeto fragmentario. Sé que las motivaciones de los
escritores pueden ser variopintas y cada una justifica el acto de representarse
por medio de la escritura pero no debemos olvidar que todas son válidas pero
ninguna superior. Mi motivación se circunscribe en el solo hecho de observarme
y aceptarme como un ser compuesto de una infinidad de aristas. Escribir de
aquello que no podría enfrentar en mi vida y escribir sobre lo deshonesto que
es el ser humano con su entorno es por donde transita mi motivación para
construir aquella degradante realidad que obviamos. Así mi escritura tiene como
finalidad mostrarle al lector que hemos perdido nuestra condición de seres
humanos. Pero estas motivaciones que he explicado no son genuinas. Cada
escritor de un periodo determinado de la historia ha coincido con mi planteamiento o lo ha
rechazado. En la época que me ha tocado vivir hay poco de original. Los
escritores de nuestra época tenemos la misión de reescribir la historia para
que el ser humano no se olvide de su pasado y su trascendencia en las
decisiones del tiempo histórico. Darse cuenta de la importancia que tiene su
escritura no es por el solo hecho de ser un expectante importante de su tiempo
sino porque ha revisado, por medio de la lectura, las decisiones acertadas y
desacertadas que han marcado el designio del presente. Si un escritor no lee no
es participe de su tiempo porque no tiene las herramientas para analizar y
proponer nuevos entendimiento de nuestra condición como seres humanos. No es
cuestión de compromiso del escritor sino tener sentido común y concreto de lo
que debe hacer el escritor al momento de escribir porque somos parte de la
realidad y nos valemos de ella para construir un discurso ficcional que no es
más que un simulacro de lo que somos. Un escritor que no lee no respeta su
pasado ni puede proyectarse a un futuro que priorice su condición de ser
humano. Un escritor sin lectura vuelve su texto disfuncional o endeble en
construir una arquitectura de un saber
humano. Se convierte en un egocéntrico, pedante y retraído en su
proyección. Nos hace creer que su microcosmos tiene más importancia de lo que
nos rodea y no le interesa si su obra trató de construir un discurso que
justifique un saber. Lo importante es regodearse con los aplausos y las celebraciones
que le hace un público cautivo. La lectura nos hace tomar conciencia de nuestra
condición de escritores, de poder ser partícipes de retratar una realidad desde
una óptica particular. Morir no es no escribir para un escritor. Morir es no
leer para escribir.
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