Cynthia Torres se va a casar y yo no me voy a suicidar




Lo juro por Dios, todo poderoso, creador del cielo y de la tierra; por mi abuelita que me enseñó a lavar a mano mi ropa, por mi madre que le pide milagros imposibles a San Martincito de Porres, por mi hermana que siempre se jacta de tener la razón y por todos los santos conocidos y no conocidos que me sigo derritiendo, como helado en verano, y me sigo muriendo por ti: Cynthia Torres.
Pero esta vez no pensaré en suicidarme con el cianuro de Emma Bovary ni en tirarme a las rieles de ese tren que parte del puerto del Callao hasta Cerro de Pasco. No, Cynthia Torres. No haré más escándalos cuando me embriague por tu nombre ni me pondré a llorar en los hombros de una mujer que inútilmente trate de consolarme, ni muchos menos, le escribiré a la doctora corazón del diario “Ojo” para que publique mi carta de desamor y confiese a todo el Perú que nunca me tomaste atención en estos quince años que esperé una llamada o un mensaje solapa en el Facebook que testificará que por fin te rebajarías para beber una botella con vino tinto seviñon en el mejor resto bar de Miraflores y así gastarme toda la mísera mensualidad por solo motivo de sorprenderte y hacerte notar que me cago en plata aunque, en realidad, la verdadera purísima verdad es que me cago por ti, amén.
He esperado estos cortos quince años para poder decirle a todo el mundo que mi espera no había sido en vano y que por fin escogiste a este escritor muerto de hambre para pasar el resto de tus días. Pero mientras yo me masturbaba con esa idea, contaba moscas que poblaban el cielo de mi mesa y escribía poemas tontos por las noche; tú te ibas a las mejores playas del norte del país para achicharrar tu piel lisa, bebías los diferentes tipos de whiskies, bailabas las canciones de moda en las discotecas de las playas del sur y besabas otras bembas que juraban que te amarían como nadie te había amado. Y es una de esas bembas, que tú has elegido, se convertirá en testigo de cómo tu belleza será el testimonio de un álbum de fotografías familiar  y será él el que me condene a preguntarme el resto de mi vida de cómo te enamoró si yo siempre busqué la respuesta en los libros, en tus fotografías, en tu manera de caminar, en mi botella de Jack Daniel’s y en tu sonrisa, sí esa que amé durante estos cinco mil doscientos sesenta y tres días en soledad.
Cynthia Torres, ha pasado quince años desde que te besé en la puerta de mi casa mientras tú, ingenuamente, me pedías que sintiera ese aroma a alcohol que se desprendía fáusticamente de tu boca y Pamela, Emaly, Miluska, y mi hermana descubrían que el amor podía surgir de la casualidad. Han pasado cuchucientos años desde que los dos nos sorprendimos, desde que te escribí la única carta de amor de mi vida para calificarte que eras esa “flor artificial” que no necesitaba agua sucia de cementerio para florecer porque tú eres eterna, vampira, inmortal como las canciones de Leo Dan que escucha, todos los días, en radio Felicidad, mi madre y mi abuela. Eres eterna porque solo te bastó un segundo para que todo huela a ti, para que siempre piense que tienes catorce años y alucinarte que corres, sonríes (a la salida de tu colegio pituco) y que tu falda de cuadros, por encima de tus rodillas, gira y gira mientras el sol en lo alto atonta a todos esos muchachos pajeros, que como yo, soñaban con hablarte y decir sus nombres para que tú te lo graves como lección de examen bimestral y así poder vivir en tu memoria. ¡Oh Cynthia Torres!, draconiana de mi corazón, miel de abeja, pan con palta de mis mañanas, maldición primaveral que enredas a este lacayo hambriento con el olor de tu indiferencia.
Pero esta carta no es para recordar nuestra infancia ni llenarte de elogios mi amada Beatriz de la Parada sino para que repienses tu decisión de que si te casas con ese sujeto (que me hará ermitaño, ahuevonado, infeliz dentro de todos los infelices del mundo) y decides arrepentirte de casarte con un hombre que no te amará como yo te amo, te juro que trabajaré doble horario para comprarte ese departamento en el Polo que siempre mencionas en tus conversaciones, te vestiré con las mejores marcas que desfilan en las pasarelas de París, te compraré el Audi último modelo para que puedas decirles a todas tus amigas de la mobiliaria que eres feliz con el hombre que nadie conoce y juro que aceptaré todos tus caprichos, sin excepción, para que sacies la envidia de toda la gente fashion que aparece en la revista Cosas Perú internacional. También te juro que no reclamaré cuando vengas entre copas y huelas a otro, cuidaré a tu hijo como si fuera el mío, tenderé la cama cuando te levantes al mediodía, lavaré tu ropa a mano para luego agregarle suavitel, cocinaré ese picante de marisco decorado con queso parmesano que nunca has probado, te besaré cuando despiertes y te vayas a dormir, no saldré a la sala cuando vengas con tus amigos, no miraré la liga española si tú, en ese momento, quieres ver tu novela, aguantaré tus gritos cuando tu almuerzo no esté listo a las tres y cuarenta y tres minutos, me iré a dormir al sofá cuando tú lo digas, te cuidaré cuando te enfermes o estés con resaca, iré a comprar el pan a las seis de la mañana, adquiriré bolsas de viaje para el destino que tú elijas, lustraré todos tus zapatos de taco alto, llevaré el carrito de Vivanda, te regalaré las gafas de sol que tú quieras para que te fotografíes y los cuelgues en Facebook, no me molestaré si me dices que no quieres salir conmigo, aguantaré que me niegues en público, limpiaré dos veces al día los baños de nuestro departamento, tendrás las tarjetas de todas las tiendas comerciales y bancos de nuestra patria, sacaré la basura a las diez de la noche, llenaré de rosas toda tu habitación cuando sea San Valentín, juro que todos los libros que escriba te los dedicaré y puntualizaré que eres motor y motivo de mi escritura y no diré nada cuando te vayas a las playas del sur y malgastes todo mi dinero como tampoco diré nada cuando me confieses que te aburriste de mí y en tu corazón existe otro hombre y es mejor que pongas mis patitas pezuñentas a la calle porque ya no seré el hombre que te defenderá de los pirañitas de la plazuela San Martín ni te mantendrá el resto de tu vida. Entonces solo entonces todo acabará como ha acabado ahora que me dejas sin corazón, sin hígado, sin páncreas y sin ninguna ilusión de que algún día, como dice el negro mama, te conquistaré y me expresaras que soy el hombre de tu vida.
Hoy, que me he enterado de tu compromiso, te juro por la Sarita, santa de los reclusos del Callao, mototaxistas y los que se suicidan por amor que ya no pensaré más en ti ni cavilaré que el barranco de Armendáriz es el más propicio para suicidarme o que mejor aún es saltar desde el ultimo peñasco de la playa La Herradura, junto con el monje, y decir tu nombre al unísono mientras caigo, irremediablemente, caigo para estamparme en esas rocas milenarias y que por fin te des cuenta, gracias a las noticias de las diez de la noche en América televisión, que como yo nadie te amado, Cynthia Torres.

Comentarios

  1. Gracias por existir, por escribir y hacer en este tiempo por mi, lo que es tan difícill, reír a carcajadas, es excelente

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